Katchadjian y Zambra en el Festival Eñe: el temor a la página en blanco en la era de la dispersión
La literatura como la posibilidad de acceso a otra forma de tiempo, la escritura como una práctica que va en paralelo a la lectura, donde no hay un escritor que sabe más que el lector, fueron algunos de los ejes de la charla de la que fueron parte ambos escritores.
La literatura como la posibilidad de acceso a otra forma de tiempo, la escritura como una práctica que va en paralelo a la lectura, donde no hay un escritor que sabe más que el lector, y hasta la comparación del enfrentamiento a la página en blanco con la puesta en acto de una carta de amor, fueron algunos de los ejes del encuentro que reunió hoy en Madrid, en la Biblioteca Nacional de España, a los escritores Pablo Katchadjian y Alejandro Zambra, convocados por el Festival Eñe.
La cita era a las 18.30 pero desde las 18 se empezaron a congregar visitantes en la entrada a la sala designada para la actividad. Los organizadores ordenaron la puesta en marcha de una fila para el acceso y, como viene ocurriendo en las actividades del festival que comenzó el viernes pasado, al horario estipulado se dio comienzo a la charla que estuvo moderada por la directora de Asuntos Culturales de Cancillería, escritora y librera, Paula Vázquez.
Antes del intercambio, Luis Losada, director del festival, dio la bienvenida, celebró la cantidad de lectores y lectoras que están participando sostenidamente de las propuestas y destacó que Argentina sea el país invitado en esta edición ya número 14, lo que supone que hay autores de nuestro país con fuerte presencia en el programa por el apoyo de la YPF y la Fundación Médife.
Vázquez comenzó presentando a los escritores y advirtiendo que al repasar sus obras no había encontrado muchos puntos en común, algo que se convirtió en desafío a la hora de las respuestas. «(Ricardo) Zelarayán decía que cuando hay plan la escritura fracasa», disparó la autora de «Las estrellas» y los convocó a contar esos procesos, ese momento de encuentro con la página en blanco.
Katchadjian dijo entonces que para él escribir era una experiencia, y que si tenía un plan no podía escribir. El autor de la reciente novela «Una oportunidad» trazó un paralelismo entre la escritura y la lectura, en el que no hay alguien por arriba en esa experiencia sino que ambas tareas van en paralelo, algo que los vuelve más intensas.
Zambra explicó que el placer justamente viene en esa búsqueda. «Está la idea vargallosiana de que se escribe todos los días en un horario. Es una puesta en escena. Escribir es un ejercicio de constante borrador, aunque también suene como pose. Hay veces en que uno disfruta del futuro de la escritura más que en el presente. Claro que también puede ser una pose pero lo que más disfruto es cuando no sé lo que hice o lo que estoy haciendo», explicó el autor de «Poeta chileno».
Comparó ese momento del desafío con la página en blanco con la escritura de la carta de amor, algo que bien puede decirse pero se elige escribirlo. Sobre por qué elegimos esa opción, el también poeta y traductor dijo que es porque implica otra articulación. «Hay un deseo de que esas palabras surtan un efecto», resaltó.
Vázquez retomó una línea de la intervención del chileno que dijo que «escribir es escribir mal» y planteó qué pasa con esa práctica en un mundo de imágenes, interrupciones, distracciones en el que prima la discontinuidad.
Para Katchadjian, «al escribir uno toma todo ese ruido, esas distracciones» y el momento de enfrentarse a eso es cuando sale el libro y llega «la inquietud por lo escrito, ese preguntarse por qué se hizo». Docente de las universidades nacionales como las de San Martín, la de Las Artes y la de Buenos Aires, el escritor explicó que a medida que pasa el tiempo confirma que no hay un progreso hacia algún lugar de certeza, más bien «afianzamos la posición de no saber».
La impulsora de la librería especializada en literatura latinoamericana Lata Peinada habló de su lectura por fragmentos, siguiendo varios libros a la vez, algo en lo que coincidió con Zambra pero no con el autor de «Amado señor» quien dijo que cuando hace eso es porque está mal. «A mí me pasa lo mismo pero tal vez yo estoy mal», ironizó el autor de «Formas de volver a casa».
Lo que tienen en común los dos escritores es que vienen de la poesía y muchos suelen pensarla como un arte inútil. ¿Cómo se paran ante esa idea?, los interpeló Vázquez.
Katchadjian retomó un eje que dijo venir pensando que es el predominio de la autoayuda a la hora de lecturas. «El pueblo eligió la autoayuda», dijo citando una de las frases de su propio libro, y aseguró que hay que validar estas elecciones.
Al mismo tiempo indicó que volvió sobre su obra y se dio cuenta de que todos sus libros eran de autoayuda, lo que lo llevó a hacer el último, también centrado específicamente en ese género, para «que ayude a quienes lo leen tanto como me ayudó a mí al escribirlo».
Katchadjian no esquivó la premisa de la utilidad: «Estoy en contra de la idea de que los libros son inútiles» y Zambra asintió, haciendo hincapié en que «la inutilidad ilumina», por eso subrayó la importancia del ocio.
«La literatura admite la contradicción, propone otro tiempo. Un niño que lee accede a otra forma de tiempo. Y necesitamos ese otro tiempo, construir instancias en las que nos olvidamos del tiempo, como el encuentro con la lectura, la música, el sexo», reflexionó el escritor y resaltó que le interesa la gente que lee dos libros al año, es decir los que leen poco, porque de ahí dice venir él.
Eso lo llevó a sus primeras lecturas y a Trilce, del poeta peruano César Vallejo, sobre el que está intentando escribir un artículo porque se cumplen 100 años de su publicación. «Ese camino de escritura me hizo pensar que mi generación, que también es la del Pablo, crecimos con una idea de lo idea de lo clásico que incluía la vanguardia».
Si bien el argentino no quiso indagar, Zambra dijo que lo que Katchadjian hizo con el cuento de Borges, «El Aleph» -al que le agregó palabras en una operación textual que en su momento fue objetada por la viuda del escritor, María Kodama- tiene una lectura popular y masiva y es algo que necesitábamos.
Vázquez lo retomó y aseguró que ese Aleph engordado que le valió al autor un juicio de María Kodama, fue algo «antipatriarcal, fue decir este texto se puede intervenir, romper, engordar».
Entre sus primeras lecturas, las que lo apasionaron, Katchadjian nombró a Artaud y su ensayo «Heliogábalo o el anarquista coronado». Contó que cursó un secundario industrial, que las lecturas que le ofrecían eran Vargas Llosa y García Marquez, y encontrarse con ese texto de Artaud, que le llamó la atención y se lo llevó de una librería porque se consideraba anarquista, lo dispuso a leer con mucha intensidad.
Zambra confesó que extrañaba su experiencia como docente porque fue muy feliz en esa etapa, en esa tarea que reconoció como gran desafío: el de enseñar literatura.
El chileno cuestionó esa idea de Harold Bloom de angustia por las influencias: «¿Qué quieres: no conversar con nadie, llevarte la pelota a tu casa? ¿Mantener intactos a tus maestros?», se preguntó y defendió el gesto de intervencionismo.
Justamente en sus clases dijo ir contra eso y ejemplificó con la idea de que hay muchos especialistas en el siglo de oro español que no saben escribir un soneto, hay algo de la técnica está desperdiciado en la enseñanza de la literatura».
Llegando al final de la conversación que había comenzado a las 18.30, apareció el fútbol porque una de las preguntas del público fue si al escribir llegaban a identificar ese momento en el que estaban por hacer un gol. Katchadjian dijo que fue a la cancha por primera vez por su hijo mayor y su fanatismo por Vélez. Y que lo que podía trasladar era esa idea de que al día siguiente podía no recordar la jugada que había hecho.
Zambra lo comparó con creer que hay un gol en un momento y al otro día no verlo. Su mano izquierda vendada y esa pregunta del público lo llevó a contar que había vuelto a jugar al fútbol y que lo había hecho en un puesto que siempre había evitado: el de arquero o portero. El motivo era que su padre había jugado en ese puesto.
Pero ese rol lo llevó a lesionarse. Cuando se lo contó a su padre, éste le respondió: «te falta mucho» y le dio indicaciones de como decía poner sus manos en cada jugada.
No fue la única pregunta del público, ya que hubo dos más: una fue un agradecimiento de una chilena que vive en Argentina y estaba de visita en España y aprovechó la actividad para decir las palabras de una amiga suya que le había dicho que la lectura de Zambra la había hecho feliz.
La última fue por si vuelven a leer sus libros una vez publicados. Y el que respondió fue el chileno, quien comparó la situación como cuando un hijo se va de la casa familiar: «Lo saludas, le deseas que lo traten bien pero ya lo hiciste», expresó.
Los aplausos y el revuelo para acercase a los autores fue la escena final de la actividad programada en el festival que continúa hasta el 27 de noviembre en dos ciudades: Madrid y Málaga. (TELAM)