«No me interesan específicamente el aborto o la eutanasia, me interesa la libertad»
«Si pudieras elegir de qué manera morir, ¿qué harías?», es la pregunta que atraviesa el nuevo libro del médico e histórico militante por el derecho al aborto, que en esta obra recupera argumentos en torno a la necesidad de una Ley de eutanasia.
«Si pudieras elegir de qué manera morir, ¿qué harías?», es la pregunta principal que atraviesa el nuevo libro de Mario Sebastiani (1951), médico e histórico militante por el derecho al aborto, que en esta obra recupera los argumentos centrales en torno a la necesidad de una Ley de eutanasia que habilite la muerte legal para las personas terminales, pero también para quienes no desean vivir más con dolor: “Tenemos cultura de gestar, pero no tenemos cultura de morir”, dice a Télam.
En varias oportunidades y diferentes contextos, Mario Sebastiani les preguntó a distintas personas cómo quisieran morir. Las respuestas fueron siempre similares: durmiendo, durante una siesta, de repente, sin casi saberlo. En cambio, él sostiene que preferiría morir rodeado de sus personas, con dignidad y sin dolor. Le gustaría saber cuándo, para poder tomar antes sus mejores vinos. Quiere morir sin sufrimiento y si así lo requiere su estado de salud, asistido médicamente.
En la actualidad en Argentina se trabaja en seis proyectos de ley para legalizar la Muerte Médicamente Asistida (MMA), marco que hoy existe en Países Bajos, Bélgica, Colombia, Canadá, España y Nueva Zelanda. Sebastiani hace hincapié una y otra vez en la necesidad de la libertad personal tanto para gestar como para morir. “No podemos elegir cuándo nacer, pero sí podemos elegir cómo y cuándo morir”, dice a Télam, aunque destaca que la nuestra es una cultura en la que no se habla de la muerte, y mucho menos se la naturaliza.
En el libro “Si pudieras elegir de qué manera morir, ¿qué harías?”, del sello El Ateneo, el autor recupera los casos emblemáticos del mundo que abrieron el debate por una Ley MMA en otros países, abre el juego, cruza los argumentos médicos, cívicos, éticos y filosóficos y construye la idea del cuerpo como un territorio de disputa política.
– Al inicio de este libro decís que escribís en carácter de ciudadano. Sin embargo, luego está fuertemente atravesado por tu carácter de médico y tiene un gran componente filosófico. ¿Cómo se equilibra todo eso?
– Este libro está escrito primero como ciudadano porque tiene un fundamento: quiero una ley. El libro es parte de esa militancia, tener una ley. ¿Por qué? Porque soy ciudadano. Yo como médico podría acceder a alguien que me ayude a morirme, pero yo quiero que ayuden a cualquiera que lo desee. Que sea un evento legal, que todos tengamos el mismo derecho. La deformación médica es porque esto se llama Muerte Médicamente Asistida (MMA), por ende, la medicina tiene que intervenir. La medicina nos va a decir cuánto tiempo nos queda, cómo será ese camino, y además las drogas son manejadas por la medicina. En España, por ejemplo, las personas que eligen morirse no se mueren en el hospital: las eutanasias se resuelven en las casas. En Suiza, en la Clínica Dignitas, se realizan suicidios asistidos. Es muy necesario desdramatizar esta situación.
– Hoy podemos hablar abiertamente del deseo de ser madre o no serlo, de la posibilidad de un aborto ante un embarazo no deseado. Y del deseo sobre un montón de otras cuestiones. ¿Por qué todavía vivimos en una sociedad en la que el deseo de morir es tabú? ¿Por qué la vida es todavía un deber y no un derecho?
– Es nuestra cultura. Tenemos cultura de gestar, pero no tenemos cultura de morir. No nos gusta hablar de la muerte. A mí me gusta hablar y a vos no te gusta, me da la impresión. La muerte debería ser una charla en el próximo asado, en la próxima situación de intimidad con alguien. Para los orientales la muerte es un lugar mucho mejor. Nosotros estamos desencantados. El deseo de gestar está bien visto, es un deseo mariano, de la Virgen María, que no está manchada por el sexo. Bajo esa idea todo bebé es bueno, no importa si lo querías o no. Hay un dato importante: hace 10 años había 760.000 partos por año, hoy hay 533.000. La actitud es premiar la gestación: traer la vida. Pero no tenemos una actitud frente a participar en la propia muerte. Si quiero participar en mi final de vida, se cuestiona: ¿cómo que querés participar? Y sí, quiero intervenir, quiero decir lo que quiero y lo que no. No podemos decidir cómo o cuándo nacer, pero sí podemos decidir sobre la muerte.
– En un tramo del libro decís que “mentir es poder”, mientras que la verdad es una obligación moral. ¿Cómo podemos profundizar en este punto, vinculando esta idea con la posibilidad de la muerte voluntaria?
– En Argentina los médicos dramatizan decirle a un paciente que se va a morir. Y ahí se empieza con el poder de la mentira. Yo creo que sos un pelotudo si no le decís al paciente que se va a morir. Si una persona va a Estados Unidos, ante cualquier diagnóstico, le van a decir cuánto tiempo le queda de vida, con precisión y rigidez. Nosotros vemos eso en las películas y decimos: «qué medicina fría, hostil». ¿Cómo fría? Le están diciendo la verdad. Sufrimos cuando vemos eso. Tenemos la mentira piadosa muy aceptada, lo vemos claramente en la política. Y tenemos una actitud pasiva.
– El planteo general del libro es la eutanasia como libertad individual, y esto se conecta con la lucha por la libertad individual en el acceso al aborto legal. ¿Por qué creés los seres humanos todavía tenemos que “luchar” para ser libres?
– A mí no me interesan específicamente el aborto o la eutanasia, me interesa la libertad. Son dos cosas que yo tengo que poder recibir y no quiero que una mayoría legislativa me lo maneje. No quiero que el Estado lo maneje. Y en lo personal, no quiero que mi familia, mis hijos o amigos decidan. Lo que a mí me erotiza es la libertad. En el aborto teníamos un conflicto: “las dos vidas”. Acá no hay ningún conflicto. Para que alguien pueda elegir la eutanasia o el suicidio asistido, tiene que estar autónomo y tiene que ser competente. No te mata otro porque quiere, te mata porque lo quiere la persona en cuestión. Es a pedido del paciente. Ante los cuestionamientos de las situaciones de pacientes que están en coma, digo que es importante la directiva anticipada. Hablar de la muerte, decirle a la familia qué queremos y qué no. Lo ideal, dejarlo escrito. El respeto. No mentir. No subestimar a quién elige y pide eso. Son luchas por ser libre, son militancias por la libertad, pero para eso hay que tomar conciencia. ¿De quién es tu vida? Si se la dejás a los médicos, te vas a morir cuando se les cante las pelotas a ellos. Si se la dejás a tu familia, se van a tener que poner de acuerdo entre ellos. La vida es de uno.
– En el libro se recupera esta idea de que las personas en Occidente, especialmente las agnósticas, no podemos hablar de la muerte, le tenemos miedo. Tenemos una estructura que nos hace pensar que la muerte “es lo peor” y la vida “es lo mejor”. ¿Cómo se podrían desarmar esas creencias?
– Escuchando a la gente que pide morir porque siente que la muerte es la ayuda o la solución a su problema. Hoy normalmente nos morimos con dolor, con sufrimiento o indignidad. ¿Qué capacidad tienen los demás de medir mi dolor? El dolor espiritual, el sufrimiento. Lo podemos ver claro en la película «Mar adentro». La dignidad no se mide, cada uno tiene una propia e intrínseca. Cuando las personas empiezan a sufrir en carne propia una situación así con una madre, un padre, un amigo, es ahí cuando empieza a suceder de a poco esto tan necesario. Crece una construcción social y cultural donde tenemos que hablar de la muerte.
-Hay en el libro una profundización sobre el rol de la medicina, que hoy nos sirve para prevenir enfermedades, para curarlas o aliviar sufrimiento. Pero vos planteás que debería ayudarnos a morir, también. ¿Es posible un país en donde podamos tener este tipo de medicina, al servicio de la vida, pero también a disposición de la muerte?
– Los postulados de la medicina son prevenir las enfermedades, curarlas y aliviar el sufrimiento. Pero hay personas que se niegan. Algunos aducen el juramento hipocrático, ¡pero eso fue hace 2.600 años! Las sociedades cambian… Y además en la Grecia y Roma antigua había jueces que tenían pócimas para matar a las personas. Siempre existió la eutanasia, la ayuda a morir. Porque nos volvimos intolerantes al sufrimiento del otro. Las personas no quieren ver a otras personas sufrir; el caso del homicidio piadoso en las guerras. En Países Bajos, en 2003, una médica mató a su madre y se presentó a la justicia. La mujer estuvo presa 5 minutos y luego entendió que la muerte intervenida tenía razón de ser. Y así pusieron el tema arriba de la mesa y luego salió la ley. Es fundamental modificar la cultura de la muerte y entender que ayudar a morir es muy importante.
– Vos decís en un momento que el cuerpo pertenece al Estado, el cuerpo como lugar en donde se libran batallas culturales y el enfermo como persona que no interviene en estos debates. ¿Cómo es la realidad hoy y qué horizonte, en términos legislativos, tenemos?
– La vida es un bien jurídico nuestro, pero lo tenemos que hacer valer. De hecho, cualquiera puede suicidarse si quiere. La vida no es del Estado, la medicina es la que se apropia de la vida. El bien jurídico es mío. Y yo hago lo que quiero. Si este parlamento no modifica la ley, si alguien ayuda a otra persona a morir, va en cana. Si yo tengo un paciente que está hecho mierda y lo ayudo a morir porque el tipo me lo pide, y yo lo ayudo porque es una actitud moral, voy preso. Y el médico que no lo ayuda, y habilita el dolor, no tiene ningún problema con la ley. No podemos seguir con esta distorsión de la realidad, porque además es una lotería quien te toca en ese momento. Alguien que te ayuda o alguien que te sostiene el dolor. Hoy tenemos seis proyectos de Ley, yo creo que el año que viene va a salir. Estamos cerca. Porque soy optimista, porque me estoy rompiendo el alma para que salga y porque no veo grandes hostilidades.
«EN ARGENTINA ES MÁS FRECUENTE LA MUERTE POR SUICIDIO QUE POR CÁNCER DE MAMA»
Llevando los límites aún más allá, el médico Mario Sebastiani propone el trabajo de una iniciativa de Ley que acompañe médica y psicológicamente a cualquier persona que elija no vivir más, en un proceso de cuidado y apoyo para alcanzar una muerte digna sin sufrimiento ni dolor.
En este sentido, el profesional asegura que una de cada 100 muertes en el mundo son producto del suicidio, y que en Argentina se registran ocho suicidios por día. Y por ello sostiene la necesidad de un marco legal.
“El suicidio es pecaminoso en esta sociedad, el suicida está mal visto. La escenografía del suicidio es gente que se tira del balcón o en las vías del tren. Es una muerte muy frecuente de la que no se habla: en Argentina es más frecuente la muerte por suicidio que por cáncer de mama», sostiene.
«Me parece muy importante no culpar a quienes deciden morir y la solución es clara: con una ley, asistir al suicida. Una ley que trabaje con la persona que tomó esa decisión, entre 30 y 60 días. Se trabaja con las personas que rodean a quien tomó la decisión, y si después del tiempo estipulado, la persona sostiene su idea, entonces se realiza un suicidio asistido. La muerte es una construcción, y la autonomía debe ser creciente”, concluye. (TELAM)