Kirchnerismo y después
El merito indudable de la política económica de los Kirchner fue generar, en el marco de una economía devastada por el liberalismo más acérrimo y el capitalismo salvaje, un modelo de producción y distribución en base al mercado interno, con lo que por un lado se superó el modelo de valorización financiera del capital e integración financiera a los mercados internacionales (en desmedro del mercado y la producción interna) implantado por la dictadura militar, y por el otro, permitió concebir un patrón de crecimiento que apuntaló a que se pueda profundizar medidas y planes a favor de las economías regionales, de las PYMES, y del empleo y de los salarios.
Esto es, en nuestro país y lo demuestran los gobiernos populares de Yrigoyen, Perón, Illía, el primer año del gobierno de Alfonsín, y ahora los Kirchner, la economía crece si crece el consumo. Y el consumo se incrementa si se incrementan los salarios, y esto se debe a que, en los últimos 70 años, en torno al 75% de los que producimos se destina al mercado interno, por lo que es el mercado interno el primer y principal estímulo de la producción, que se producen y se ofrecen bienes y servicios para satisfacer las necesidades de nuestra población.
Esta tautología tiene una restricción que es la dependencia de insumos (bienes), de máquinas y equipos, de tecnología, de servicios y de energía del exterior, de manera tal que cuando crece el producto, más crecen las importaciones. Esa dependencia económica del extranjero, limita nuestro desarrollo, dado que las exportaciones no fueron ni son suficientes para poder pagar las crecientes importaciones, de allí que, ante la incapacidad de sustituir las compras al exterior, se procedía a reducir los salarios, con ello el consumo, y de esa forma se frenaba la economía y con ello se reducen las compras al exterior, a la par que aumentaban los saldos exportables, porque consumimos alimentos que son a la vez nuestro principal producto de exportación.
La lógica económica capitalista (que es la que se enseña en nuestras universidades) superaba la restricción externa generando un ajuste en la producción y una baja en los salarios, con lo que reducía el mercado interno y generaba mayores márgenes de ganancia al capital, de esa manera ocultan el verdadero problema que es que los empresarios (y sobre todo los más grandes, los que tienen mercados cautivos) prefirieron y prefieren fugar una cada vez mayor parte de sus ingresos en lugar de invertir
En efecto, no es posible crecer en forma sostenida si los empresarios que están en nuestro país no invierten y amplían la capacidad productiva. Esto es, se creció fuertemente en el período 2003-2007 porque se amalgamó los trabajadores desocupados, las instalaciones cerradas y las máquinas paradas, pero cuando su empleo (capacidad instalada) se hizo cercano al máximo, en lugar de apuntalar la actividad, ante la persistente demanda, prefirieron aumentar los precios (que es la causa y origen de la inflación) en lugar de ampliar la oferta, generando una menor tasa de acrecentamiento de la producción como fue el período 2008-2013.
Nuestros empresarios y sobre todo los más grandes, que están fuertemente internacionalizados, si por tal entendemos la dependencia y la inter relación que tienen con el exterior, prefirieron fugar capitales (por ejemplo en el año 2011 se fueron del país unos U$s 21.000 Millones, todo el superávit comercial de ese año unos U$s 10.500 millones, y otros U$s 10.500 millones de las reservas internacionales del BCRA), en lugar de ampliar la capacidad instalada y/o diversificar en el país la inversión.
En vez de apostar al país, prefieren apropiarse de la ganancia segura (generada en la Argentina) y fugarla, por lo que no es la creciente demanda la causante de los desequilibrios de precios, comercial y fiscales, sino la falta de inversión y la fuga de capitales la que limita severamente la oferta.
Definido bajo esa característica, en el período 2003 al 2013 inclusive, en la Argentina se produjeron más bienes y servicios, creció el número de trabajadores, mejoró la distribución del ingreso y se incrementó la participación del Estado
2003
2013
Evolución PIB
100
198,6
Participación asalariados en el PIB
34,3%
49%
Trabajadores registrados
4,5 Mill.
9,3 Mill.
Beneficiados previsionales
2,9 Mill
7,2 Mill.
AUH
0
3,5 Mill.
SMVyM
$ 200.-
$ 2.670.-
Desocupación abierta
14,5%
6,9%
Fuente: INDEC con datos del PIB realizado en el año 2014
Fuente: INDEC con datos del PIB realizado en el año 2014
Y la economía, como el “ave fénix” resurgió de las cenizas, y se duplicó la cantidad de bienes y servicios elaborados en la Argentina, y se crearon 4.800.000 puestos de trabajo registrado (que aportan todos los meses al sistema previsional). Y en ello jugó un rol fundamental y decisivo el Estado, máxime ante una burguesía como la nuestra que es débil y se sabe incapaz de generar un modelo independiente.
Eso fue posible porque se crearon las condiciones macroeconómicas para hacerlo, demostrando que con más intervención del Estado, y recuperando la capacidad de planificación y de control, se generan las circunstancias para cumplir con esos objetivos.
Un informe de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), por medio de su máxima autoridad, Alicia Bárcena reconoce que la Argentina es uno de los países de la región que más redujo la desigualdad y la pobreza en lo que va de este siglo.
En un país como el nuestro, donde los sectores dominantes permanentemente contemplan la posibilidad de que la situación se revierta, razón por la cual las inversiones están atadas fundamentalmente a la demanda de corto plazo, se torna imprescindible que para superar definitivamente dicha restricciones se consolide el modelo, y para ello es necesario que se incremente y diversifique la sustitución de importaciones y la canasta exportadora con un sesgo a favor de la producción de bienes industriales no tradicionales, con mayor contenido tecnológico local, ya sean nuevas o aquellas que surgieran de internalizar procesos de la cadena productiva que actualmente se realizan en los países destino.
Es claro que esto no lo va a producir el mercado por su cuenta –menos aun con la herencia todavía no saldada de desintegración y heterogeneidad industrial y con las disparidades de rentabilidad que mantienen varios de nuestros commodities de exportación actuales con el resto de las producciones locales-, sino que debe ser la política pública dirigida en forma directa hacia sectores seleccionados en base a criterios específicos, como lo presentan los planes del kirchnerismo como el Plan Industrial 2020, el Plan Agro Alimentario, o el Plan Argentina de Inversión Pública, Esta selección debe ser consistente con la estrategia de inserción internacional y con el perfil productivo que se pretende, el cual debe permitir un crecimiento sostenido, asegurando niveles de empleo y salario crecientes.
Partimos de un sistema productivo diversificado, compuesto por distintas actividades, fuertemente heterogéneo, desequilibrado e insuficientemente integrado a nivel nacional, que opera con una productividad media relativamente baja comparándola con los países desarrollados, independientemente que hay sectores con alta productividad, incluso en algunos casos mayor que el promedio de los países centrales, con dos características definidas:
La primera, las filiales de las empresas transnacionales radicadas en nuestro país cumplen, por lo general y en la gran mayoría de los casos, funciones relativamente marginales en la estrategia global de la corporación, son filiales que no van más allá de actividades de mero ensamblaje, no ejercen actividades de investigación y desarrollo que puedan dar lugar a innovaciones de productos o procesos y ni siquiera adaptaciones al mercado argentino, con lo que la extranjerización de nuestra economía no significa un verdadero avance a nivel tecnológico y productivo
La segunda característica es que la mayoría de los grupos empresarios locales basan su “ventaja comparativa” más que en la producción en sí, en la captura y apropiación de rentas (renta de la tierra, rentas transferidas por el Estado por subsidios, sobreprecios o compras espurias, rentas acumuladas por evasión impositiva, rentas por fuga de capitales y valorización financiera, etc.)
Las PyMes y micro empresas no tienen y en el marco descripto no pueden tener capacidad de tejer una red productiva y distributiva independiente de las dos características antedichas del capitalismo argentino contemporáneo, lejos está la posibilidad de constituir la mítica “burguesía nacional”
En ese cuadro referido es tan importante el rol del Estado y las políticas que debe llevar a cabo, principalmente la de sustitución de importaciones, como la de mejorar la composición de las exportaciones en sus dos aspectos, uno como fuente de demanda o incrementando la productividad global de la economía, lo que depende de un conjunto de características estructurales de nuestro país, y el otro rol, como proveedores de financiamiento por la vía de obtención de divisas o por permitir sustituir con producción local las importaciones (ahorro de divisas), con el objetivo de superar definitivamente la limitación que implica la restricción externa al crecimiento de la economía.
Ante la fuga de capitales y la menor inversión el Estado Nacional debía acrecentar su rol de intervención y regulación, camino seguido por ejemplo por Venezuela, Ecuador o Bolivia, cada uno en su medida y posibilidad, pero la sociedad Argentina y la evaluación que hace de ella el gobierno produce un giro de retorno a los mercados de capitales internacionales. Esto explica la designación de un nuevo equipo económico, primero asumió Juan Carlos Fábrega a la Presidencia del BCRA, y el 18 de noviembre de 2013 hace los propio Axel Kicillof como ministro de economía, y se implementó inmediatamente un plan basado al principio en acelerar la devaluación del tipo de cambio oficial, acercándolo al paralelo, lo que implica una brutal transferencia de recursos de los que tienen ingresos fijos, a los que pueden fijar precios, por supuesto cuando mayor es esa capacidad de fijar precios, mayor es a su favor la apropiación de recursos.
Ambos funcionarios acuerdan cierta flexibilización en las severas normas de control cambiario que había implementado el gobierno desde fines del año 2011, permitiendo la compra con motivo de ahorro personal, y la tenencia de divisas, así como los depósitos en dólares, y las operaciones denominadas contadas contra “liqui”, que no es otra cosa que permitir el arbitraje de bonos y acciones que realizan frecuentemente muchas sociedades de Bolsa con el objetivo de fugar divisas al exterior, dado que compran esos valores en pesos en nuestro país y lo “liquidan” en mercados del exterior donde los mismos tienen autorizada su venta.
El nuevo equipo económico desdiciendo la matriz del modelo kirchnerista, en solo seis meses compensaran cinco juicios en el CIADI, se indemnizó a Repsol, y se acordó un plan de pagos con el Club de París reconociéndose más que generosamente una deuda de U$S 9.690 millones. Para ello, y reforzando la lógica del nuevo sesgo, se emitió deuda externa (lo que no se hacía desde el año 2008) por U$S 15.600 millones, convencido que la normalización de la deuda en default, el retorno a los mercados de capitales, y los acuerdos con empresas extranjeras para explotar Vaca Muerta permitirían que la Argentina logre financiamiento internacional a largo plazo y a tasas menores y con ello podía financiar el creciente déficit en la cuenta corriente de la Balanza de Pagos y las cuentas públicas.
El objetivo era superar la restricción externa por vía de la apertura de la cuenta de capital, con lo que la Argentina volvía al mercado voluntario de deuda, pero “son muchos los llamados y pocos los elegidos”, máxime cuando con mucho dinero en juego, y la posibilidad cierta de influir sobre los estrados judiciales, los fondos buitres generan un negocio de no menos de U$S 22.000 millones de los holdouts y el potencial reclamo del 92,4% de los acreedores que entraron en los dos canjes realizados en los años 2005 y 2010 por la Argentina, con lo que se corre el riesgo de perder el logro kirchnerista de la quita del 65% del capital adeudado, el accionar de los fondos buitres limitó severamente la política de retorno a los mercados de capitales internacionales.
Entonces, se da la paradoja que ante una burguesía que es nacional porque es su origen nuestro país y operan en el país, pero que han priorizado la fuga de capitales sistemáticamente, y presionan y esperan una fuerte devaluación para valorizar los dólares fugados, y una burguesía extranjera que tiene claro sus negocios, con una política de exclusión que implica desintegración en la economía del país e integración internacional en los enclaves y cadenas de valor que les interesa, pero que ingresan dólares al país para producir, en lo inmediato y en el corto plazo no hay opción. Es más, son los acuerdos con la burguesía extranjera y con China y Rusia, tanto en los swaps como en las inversiones de las represas Chichuido, Cepernic, y Kirchner, los que acrecientan las reservas internacionales del BCRA y permiten el flujo de ingreso de divisas que frenaron el derrape cambiario.
Pero el costo de ese final ordenado es una economía concentrada, que le deja los principales resortes de la producción y distribución a las grandes empresas que van a crecer integrándose al resto de su cadena internacional, pero que va a excluir por su propio accionar a la producción local, esencialmente las pymes y las economías regionales, dado que van a invertir en los sectores más redituables con que cuenta la Argentina.
Ese tipo de producción de enclave implica crecimiento para el sector elegido pero no hay respuesta de consideración para el resto de las actividades, más allá de un limitado multiplicador por la necesidad de trabajos e insumos locales
Paralelamente esa división de inversión y productividad hará que conviva una economía floreciente y con estándares mundiales, con otra opacada y de subsistencia, profundizando la dualización de nuestra sociedad.
Los salarios estarán siempre compitiendo en moneda dura con los salarios de Brasil u otro país de la región que sea alternativa de inversión. Y solo pueden crecer siempre y cuando no se incurra en déficit en la cuenta corriente de la Balanza de Pagos, y para ello se necesita que el precio de la soja y el volumen vendido sea un porcentaje mayor que el crecimiento de las importaciones, lo que genera un doble cerrojo al proceso de recuperación salarial, conformado por: Primero que no supere el salario medio industrial de Brasil (y otro u otros países alternativos en cuanto a inversión), y segundo, que las exportaciones puedan pagar las crecientes importaciones basadas en la mayor dependencia de insumos y tecnología del exterior.
Las grandes empresas que operan en el país, dependen más del exterior (sus ventas, su ganancia, las posibilidades de renta y de inversión) que del mercado interno. Para ellos los trabajadores son más un costo que un potencial demandante de sus productos (sea esto soja u acero), la fuerte extranjerización del sector, su interrelación con grandes organismos comerciales y financieros internacionales hace que propongan un Estado mínimo (en la dictadura se ufanaban diciendo achicar el Estado para agrandar la Nación), como los puestos de trabajo a crearse van a ser menos que en la actualidad, eso implica siempre restricción a los ingresos de los asalariados, y con ello fuerte limitación a las empresas que venden al mercado interno y a los trabajadores,
En síntesis, la economía que se viene en los próximos años es una que le permite a las empresas trasnacionales y grandes nacionales obtener una tasa de ganancia y una valorización de sus activos en moneda dura, superior a la que venían teniendo en el país y a la que impera en el mundo. En ese marco no son muchos los sectores que se van a beneficiar con la inversión, y si en cambio una parte importante del país y de la población llevará adelante una economía de subsistencia, que nunca es digna.