Angelito siempre está
Por Walter Vargas
De pichón de crack a promesa a medio cumplir, de fijo en el elenco estable a eterno lesionado, de pilar indiscutido a irritante miembro del «club de los fracasados», de rechazado en su propio país a héroe del Maracaná y «Angelito del pueblo»: Di María jugará su cuarto Mundial y muere de ganas por dar un puñetazo en la mesa.
O dicho de otra manera, vive de las ganas de prolongar uno de sus mejores momentos en la Albiceleste, con el plus motivacional que supone el registro de su madurez y la profunda comunión con el cuerpo técnico, con sus compañeros y, ahora más que nunca, con la patria futbolera.
Por estos días, mientras aguarda el regreso a las canchas tras un desgarro, Di María transita el natural período de adaptación a un nuevo país, Italia, a una nueva ciudad, Turín, a una nueva camiseta, la de la Juve, y aunque todavía está lejos de corresponder a las expectativas del entrenador Massimiliano Allegri y de una tribuna severa si las hay, nada hace suponer que estamos en presencia de una excepción negativa.
Esto es: al veloz y filoso zurdo rosarino jamás le han pesado los escudos de alta alcurnia.
No será ocioso, pues, desandar su derrotero en el deporte de la pelota número 5.
Crecido en el el barrio Parque Casas, al norte de la ciudad de Rosario, en sus horas adolescentes Angelito alternó su devoción por el fútbol con una abnegada colaboración con su padre en tareas de carbonería.
Entretanto, su madre, Diana, condujo sus primeros pasos en el fútbol por expreso consejo de un pediatra: el niño Ángel era demasiado esmirriado.
De manera que se enroló en las filas de club barrial llamado El Torito y llamó la atención de don Ángel Tulio Zof la contundencia de ese delantero enjuto que era una máquina de correr y someter arqueros. De hecho, llegó a convertir 64 goles en una temporada.
Cuando cumplió 16 años la vida lo puso en una encrucijada que, en su momento, Angelito así evocó: «A los 16, todavía no me habían promovido, y mi papá se empezó a preocupar. Una noche estábamos sentados en la cocina y me dijo: ‘Tenés tres opciones: Podés trabajar conmigo. Podés terminar la escuela. O podés probar otro año más con el fútbol. Pero si no funciona, vas a tener que venir a trabajar conmigo’. No dije nada. Era una situación complicada, necesitábamos la plata. Pero ahí saltó mi mamá y dijo: ‘Un año más en el fútbol’. Eso fue en enero».
En diciembre de ese año, en el mes límite de los plazos que se habían establecido los Di María, Ángel debutó en la Primera de Central: fue el miércoles 14 en un empate de 2-2 frente a Independiente por la última fecha del Torneo Apertura, cuando a los 27 minutos del segundo tiempo Zof ordenó la entrada del pibe de la camiseta número 37 en lugar de Emiliano Vecchio.
Sus números en Central: 6 goles y 6 asistencias en 39 partidos.
Sus números en Benfica: 15 goles y 28 asistencias en 120 partidos.
Sus números en Real Madrid: 36 goles y 86 asistencias en 190 partidos.
Sus números en Manchester United: 4 goles y 12 asistencias en 32 partidos.
Sus números en París Saint-Germain: 93 goles y 119 asistencias en 295 partidos.
En el acumulado de clubes y seleccionados argentinos atesora nada menos que 32 títulos, entre los cuales destacan un gol equivalente a la medalla olímpica de Pekín 2008, por supuesto el glorioso toque de emboquillada en el Maracaná que rubricó en la conquista de la Copa América 2021 y un notable nivel en la final de la Liga de Campeones de Europa jugada el 24 de mayo de 2014 en el Estadio da Luz de Lisboa.
Esa noche Di María rayó a gran altura en el tiempo suplementario, hizo la jugada del decisivo gol de Gareth Bale, Sir Alex Ferguson le entregó el trofeo UEFA al mejor jugador del partido, pero antes, en los vestuarios del Real Madrid, el entrenador italiano Carlo Ancelotti se acercó a estrecharle la mano y le dijo: «Ángel. Usted es un gran futbolista».
El «Fideo» Di María, por si no se ha dicho hasta aquí, es uno de los jugadores más denostados en la historia del fútbol argentino y también uno de los que con mayor nitidez expone la estupidez y la crueldad de los genios de living y mouse.
Este rosarino cuya cara evoca ligeramente la de Franz Kafka ya es poseedor de una trayectoria difícil de empardar (más de 700 partidos y 123 en la Selección, apenas superado en el ítem de presencias por Messi, Mascherano y Zanetti), viajará a Qatar embebido de su no siempre reconocida humildad y quién sabe si no vuelve a vestir el ropaje del héroe fuera de catálogo. (TELAM)