INSFRAN/ Gobierna Formosa hace 34 años, 8 fue vicegobernador y 26 gobernador.

Sucede que sería el ideal para muchos. Por ello no resulta extraño que desde la cúpula del PJ nacional respaldaran la «gestión sanitaria» de quién decide sobre la vida y obra de los formoseños desde hace décadas.

por Néstor Luna


Gildo Insfrán domina los poderes del Estado, la división es una quimera. Decide en los medios de prensa, la opinión, las conciencias, las culpas y los castigos. No necesita de nadie y es prescindente de los aires porteños. En si mismo y en su lugar en el mundo, construyó su reino de lujos y poder, obviamente, lleno de súbditos pobres.
El modelo Insfrán es el ideal a seguir por varios gobernadores provinciales que sueñan con eternizarse en el poder a través de la reelección indefinida o del nepotismo. Sólo basta echarle un vistazo a los integrantes de los cuerpos legislativos para encontrar esposas, hijos, sobrinos, nietos. Una casta que aprendió a vivir del poder, una tribu amamantada a privilegios que pagamos todos.
La puesta en escena de una supuesta democracia se fractura y desvanece ante la realidad. Los poderes del Estado (Ejecutivo, Judicial y Legislativo) son independientes en la fantasía. Todos dependen de la «lapicera» del gobernador para sus recursos, para sus nombramientos, para sus privilegios. Por ello es que quién accede a la mullida poltrona del poder, mira desde arriba a los terrenales que sucumben a sus deseos y antojos. Los medios de comunicación son el claro ejemplo de la dependencia con el estado. Viven y conviven con el poder y terminan siendo en el mejor de los casos libertarios de cotillón, publicando y cuestionando lo que el poder quiere, y en el peor, meros aplaudidores sin conciencia ni repreguntas.
Insfrán, con 70 años, es todo lo que no debería suceder si existiera masa critica. Pero también son iguales los matrimonios del poder, los sucesores de sangre, los testaferros y los dirigentes mendigos.
Todos ellos configuran el tumor que hace metástasis en ciudades, pueblos e instituciones sin quimioterapia que los detenga.
La pandemia dejó en evidencia que no necesitamos de mucho para sobrevivir. Dejo al descubierto que los Insfrán tienen miedo, que los empleados públicos pueden cobrar sin trabajar, que los trabajadores esenciales son los últimos en la tabla salarial, que la educación le importa a casi nadie, que se puede hacer mal las cosas y no ponerse colorado, que las muertes ya no conmueven a nadie, que los países ejemplares son fantasías ilustradas de ayer…
Y quizás lo que mas duele o aterra es que mientras los Insfrán tienden a multiplicarse, del otro lado de la grieta estúpida están peleándose para ver quién pierde…
Me aferro a una frase que no me pertenece* y que me causó estupor al comienzo de la pandemia, por estos días, «ser optimista es de estúpidos»…

*Textual de una entrevista a Carlos Fara en Radio Q

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